Le pillé de lleno, sus grandes manazas se llevaban una enorme caja de bombones al bolsillo interior de su chaqueta. Le cogí por la muñeca y le hice entrar al almacén mientras dejaba a Esmeralda al cargo del supermercado.
-¡Muy bien, ladrón! ¡Te he cogido! ¡Ahora mismo llamo a la policía!- Me miró con gesto primero sorprendido y después lleno de pena.
-Oh no, por favor, no...- Me pareció que pensaba un momento. -...todo esto lo hago por mi familia, no tenemos dinero y...- suspiró-...mi hija menor necesita comer y mi hijo necesita material para la escuela...- Los ojos se le iluminaron, y yo imaginé que era por las lagrimas, pero a pesar de eso iba bien vestido y no olía mal.
-En ese caso... ¿Cómo explica su imagen impecable?-
-Las apariencias engañan, si pareciera un vagabundo, todo el mundo se fijaría en mí...- Su gestó se torció en una mueca de dolor. -... no llame a la policía, por favor...- la voz se le quebró.
No me atreví a discutirle.
-Esta bien pero... ¿Por qué no busca trabajo? Es mejor que robar en los supermercados...-
-Ya lo intento, le juro que lo intento, pero no es tan fácil...-
Me lo creí de lleno, me pareció que, en el fondo era una buena persona, así que le dejé ir, siempre me habían enseñado a ser solidario...
... pero justo cuando se dio la vuelta, todo lo que llevaba en los bolsillos se le cayó, y no era para nada lo que había esperado, un montón de bebidas, bombones y caprichos que no eran, ni de lejos, de primera necesidad.
-Puedo explicarlo...- Murmuró, y por primera vez me fijé que, unos de sus dientes, era de oro.
-¡Un cuerno! ¡Ahora mismo llamo a la policía!-
Y así lo hice, hay que ver que rastrera es la gente.
martes, 20 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Muy divertido y nuevamente muy bien redactado
Publicar un comentario